martes, 22 de marzo de 2011

Llamados a servir

Nunca encontraremos un lugar en el cuál todos pensemos o actuemos de la misma manera. Cada uno de nosotros tiene diferentes caracteres y maneras de ser, pero aquello que nos mantiene unidos o nos hacer ser unánimes es el Espíritu Santo. Es por ello que no podemos pretender ser perfectos o pensar que siempre tenemos la razón. Hay ocasiones en que nuestra vida es puesta a prueba y Dios quiere que cada día nosotros podamos tener mayor madurez espiritual en las diversas áreas de nuestra vida diaria.

¿Qué si alguien dice o hace algo que no estamos de acuerdo? Muchas veces nuestra actitud primaria es criticar y juzgar aquello que la persona dice o hace. Pero, ¿Quiénes somos nosotros para poder juzgar a los demás? ¿Es que acaso somos capaces de poder conocer las intenciones del corazón de las otras personas? ¿No es mejor obedecer, someternos y dejar que Dios sea quien juzgue toda actitud o acción?

Somos rápidos para hablar o pensar. Y todas esas pruebas de las que hablamos sirven para tratar esas áreas de nuestra vida y así poder ser cada día más a imagen y semejanza de Jesucristo. En ese sentido, todo ello implica una cuestión de actitud de nuestros corazones y no de someternos simplemente a aquellas cosas que nos agradan o con las cuales estamos de acuerdo. Ser discípulos implica mucho más que eso, requiere obediencia máxima a aquello que está determinado de acuerdo a la Palabra.

Autoridades impuestas por Dios, principios establecidos por el Padre; son elementos más que suficientes para obedecer, aun en aquellas cosas sobre las que no estemos de acuerdo. Puedan ser que muchas veces tengamos la razón; sin embargo, lo que Dios quiere es nuestra obediencia y Él será justo y fiel para cumplir su Palabra y honrar a los que le honran.


Es un trato a nuestra humidad, pues de alguna u otra manera nuestro YO se ve vulnerado y nuestra tendencia es a no dejarnos humillar, ridiculizar o en el peor de los casos simplemente tener la razón. Y es esa humildad tratada que hermoseará la santidad que Dios quiere de nosotros.


Por ello, es necesario entender para qué hemos sido llamados. Nuestro llamado es para servir; y hacerlo implica una actitud de gozo, alegría y regocijo de hacerlo, no buscando necesariamente una razón justa para hacerlo o pensando en que la motivación de aquel que nos pide que lo hagamos sea la correcta. Dios juzgará ello y Él, tarde o temprano, hará prevalecer su verdad. Nosotros, simplemente somos llamados a servir al Rey de reyes y Señor de señores… servirlo con alegría y sencillez de corazón.


Gracias Señor por habernos escogido para ello. Perdónanos si no lo hemos estado haciendo de la manera como tú deseabas. He aquí nuestras vidas para honrarte y glorificarte.

Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario