miércoles, 24 de agosto de 2011

Amigo Infalible

¿Cuántas veces has confiado en alguien y ha traicionado tu confianza?


Es doloroso cuando las personas en quienes has depositado tu confianza, y de la manera que menos te imaginas, te dan la espalda cuando más los necesitas o divulgan algún secreto que has confiado únicamente a ellos. Realmente, es difícil entender cada una de esas situaciones y como seres humanos que somos nos vemos vulnerados ante aquellos hechos. Lo cierto es que, mientras nuestra confianza sea depositada simplemente en el hombre, siempre existirá la posibilidad de que las personas nos fallen, pues lamentablemente nuestra naturaleza imperfecta nos hace falible.
Sin embargo, hay alguien que jamás ha fallado, que nunca falla ni fallará; Dios. Dice las Escrituras que cielo y tierra pasarán, mas las Palabras de Dios nunca pasarán. Las promesas de Dios son reales y él las cumplirá. Entender la fidelidad de Dios es inexplicable, escapa de nuestro razonamiento. ¿Cómo, nosotros siendo tan imperfectos, podemos contar con alguien que mantiene y cumple su palabra fielmente.

Isaías 54:10 nos dice: "Porque los montes se moverán, y los collados temblarán pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia". Dios no quebrantará su pacto con nosotros. Él mantiene su promesa a nosotros y por su gracia podemos verle como amigo, a quien podemos abrirle nuestros corazones y en quien podemos confiar sin restricciones en todo tiempo; en los buenos y malos momentos. En Dios podemos tener la seguridad de que es alguien a quien podemos recurrir a cualquier hora del día, confiando hasta la situación más crítica que podamos atravesar.
Para llegar a tener esa confianza plena y sin reservas en Dios, al igual que en un relacionamiento entre dos personas, debemos cultivar y desarrollar esa amistad, relacionamiento entre nosotros y Dios; pues, cuanto más vamos conociendo a Dios, más empezamos a confiar en Él. Es en el cultivar de ese relacionamiento fluido que empezamos a conocer de cerca el gran amor de Dios por nuestras vidas, cuanto le importamos y el propósito que tiene trazado para cada uno de nosotros. En estas circunstancias aprendemos a sentir plena confianza en Dios y no tememos porque sabemos que Dios está con nosotros; no desmayamos porque sabemos que Él es nuestra fortaleza que siempre nos ayudará y siempre nos sustentará con la diestra de su justicia.
Lo interesante de todo esto es saber que cuando abrimos completamente nuestro corazón a Dios, podemos tener la seguridad que Él no nos fallará y que comenzará a obrar en nosotros en la medida que le permitamos a fin de que podamos ser cada día más como Jesús.
Reflexionemos en el siguiente versículo de Efesios 3: 20-21: "Y aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros; a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén"
Nuestras vidas le pertenecen, y vivimos para glorificar su nombre. Sin embargo, Dios siempre quiere que seas tú quien te dispongas y permitas que Él sea todo en tu vida. ¿Estás dispuesto a hacerlo y a tener al mejor e infalible amigo que hay?

miércoles, 17 de agosto de 2011

Focalizados en lo primordial

Colosenses 3:1-3: “Si,  pues,  habéis resucitado con Cristo,  buscad las cosas de arriba,  donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba,  no en las de la tierra. Porque habéis muerto,  y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.


Cuando nacemos de nuevo, algo sorprendente acontece con nosotros; las cosas viejas pasaron, ahora todas son hechas nuevas. Nuestras prioridades de vida ahora son otras; hacer la voluntad de Dios. Pablo, cuando nos dice que pongamos la mira en lo celestial nos pide que nuestra motivación de vida tiene que ser aquello que va a repercutir en nuestra eternidad.

Muchas veces nuestras vidas están lejos de ello porque estamos focalizados en las cosas terrenales y es en ese momento cuando nuestros estudios, trabajos, viajes, bienestar económico, entre otros, se convierten en grandes excusas para concentrarnos en aquello que debería tomar nuestra mayor atención. Y es que, cuando todas estas cosas no tienen un propósito correcto en nuestras vidas, llegan a convertirse en un poderoso distractor de la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Los tiempos que vivimos están difíciles y cada vez más el enemigo utiliza las más sutiles artimañas para entretener a los hijos de Dios y alejarnos de la voluntad perfecta de Dios.

¿Qué hacer frente a ello? Algo urgente y determinante debe ser considerado por cada uno de nosotros; y entender que lo espiritual es vital para cada uno de nosotros y debe ser aquello que nos llene de alegría, gozo y amor. Una vida llena de la presencia de Dios, es una vida que realmente busca las cosas celestiales; y no hablo de fanatismo desorbitante, sino de un estilo de vida que marca el ritmo de vida de nuestro día a día, una vida que se desarrolla naturalmente a través de la llenura del Espíritu Santo, el mismo que nos hace entender que si estudiamos, trabajamos o lo que fuere, servirá para cumplir el propósito de Dios para nuestras vidas en la tierra. Una vida de oración, de estudio de la Palabra de Dios, de ayuno, de misericordia, de comunión unos con otros; todo ello va a repercutir grandemente sobre nuestras vidas. Buscar la presencia de Dios debe ser la razón de nuestra existencia.

Sea esta nuestra motivación: Porque ahora estamos muertos para las cosas de esta vida, pues ya no vivimos nosotros sino Cristo en nosotros. Entendamos aquello para lo cual realmente Dios nos ha escogido y llamado; obedezcamos su voz.